20:26 | Autor Iglesia Hogar

El acies

Esta voz latina -que significa un ejército en orden de batalla- designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las fuerzas del mal.

El acies es una declaración solemne de dicha unión y dependencia, la renovación -individual y colectiva- de la declaración legionaria de lealtad.

En el día señalado para la ceremonia se reunirán los legionarios, si es posible, en alguna iglesia, donde se habrá colocado en sitio conveniente una imagen de María Inmaculada, adornada de flores y luces, y delante de ella un modelo grande del vexillum de la Legión.
Empieza la función con un himno, y sigue después el rezo de las oraciones iniciales de la Legión, incluyendo el rosario. A continuación, un sacerdote explicará el significado del acto de consagración que se va a hacer; después de la plática, se inicia la procesión hacia la imagen de la Virgen. Van primero los directores espirituales, de uno en uno. Luego los legionarios, también de uno en uno, o de dos en dos si son muchos. Al llegar al vexillum, cada uno -o cada par- se detiene, coloca su mano en el asta del mismo y pronuncia en voz alta, como acto de consagración individual, estas palabras: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Dicho esto, el legionario deja el vexillum, hace una pequeña inclinación de cabeza y se retira. Si por el crecido número de legionarios resultase el desfile largo y monótono, se podrá amenizar el acto con alguna música adecuada.
La característica particular del acies deberá ser su orden y dignidad.
Vueltos a sus puestos todos los legionarios, un sacerdote lee en voz alta el acto de consagración a nuestra Señora en nombre de todos los presentes. Después, todos en pie, rezan las oraciones de la catena. Luego sigue la Bendición con el Santísimo, y se termina con las oraciones finales de la Legión y el canto de un himno.
Si es posible, inclúyase en el programa la celebración de la Eucaristía, en vez de la Bendición con el Santísimo. Los otros detalles de la ceremonia permanecerían igual. La Eucaristía asumiría en si todas las consagraciones y ofrendas ya hechas, y serviría para presentarlas al Padre Eterno mediante el "único Mediador" y en el Espíritu Santo, y en las manos maternales de "la generosa compañera y humilde esclava del Señor" (LG, 61).
La citada fórmula de consagración: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es, no debe pronunciarse mecánicamente, sin meditarla. Cada socio debe condensar en ella el más alto grado de comprensión y gratitud profunda. Se ha sugerido que se use la lectura de la Síntesis mariana que aparece en el Manual como apéndice 11. como el acto colectivo de consagración en la ceremonia misma.



8:00 | Autor Iglesia Hogar

Por E. McGorisk, secretaria asistente del Concilium Legionis Mariae

La importancia del servicio prestado por los socios auxiliares debería ser un tema de reflexión serena, y pausada con el fin de apreciar, el valor ofrecido por éstos soldados marianos, que secundan y defienden, el avance de las filas activas en su apostolado.

El Manual se refiere a estos socios diciendo que; para la Legión son lo que las dos alas para un ave: bien extendidas por la posesión de numerosos auxiliares y batiéndolas poderosamente al impulso rítmico de la fidelidad a sus oraciones, la Legión podrá remontar el vuelo hasta las regiones encumbradas del ideal y del esfuerzo sobrenaturales. Volará por doquier, con raudo vuelo y no habrá montaña, por alta que sea, que impida su paso. Pero, si estas alas se pliegan, la Legión se irá arrastrando por los suelos lenta y penosamente y el menor obstáculo bastará para detenerla. Una pregunta resulta obvia hacemos: ¿estamos volando bien alto, o simplemente estamos carreteando? La respuesta reside en nuestro reclutamiento y posterior cuidado de nuestros auxiliares.

Admisión y cumplimiento

En calidad de socios auxiliares pueden ingresar sacerdotes, religiosos y laicos y para ellos no hay límite de edad. Son aquellos que no pueden o no quieren asumir los deberes del socio activo, pero se asocian a la Legión emprendiendo en su nombre un servicio de oración. Los socios auxiliares se subdividen en dos grados: a) el grado primario, cuyos miembros son llamados simplemente auxiliares, y b) el grado superior, cuyos miembros son llamados adjutores.

El servicio que prestan se ofrece en honor de la Santísima Virgen ya que la Reina de la Legión se inclinará a mirar por las necesidades de su Legión. El grado primario es el ala izquierda del ejército suplicante de la Legión. Su servicio es rezar diariamente las oraciones contenidas en la téssera: la invocación al Espíritu Santo, cinco misterios o decenas del Rosario y las invocaciones que siguen después, la Catena Legionis y las oraciones finales. Se puede repartir este rezo entre varias horas del día. Los que ya recen el Rosario diariamente no están obligados a añadir otro Rosario.

Los adjutores, conocidos como el ala derecha de la Legión suplicante, están compuestos por aquellos que además de rezar diariamente las oraciones de la téssera, se comprometen a participar de la Misa y en ella comulgar, y a rezar cada día alguna forma de Oficio aprobada por la Iglesia. El faltar una o dos veces por semana al cumplimiento de las condiciones prescriptas no se considera falta seria como para quebrar la categoría de socio auxiliar. No se exige un Oficio a los religiosos no obligados a él según su regla.

Aunque los socios auxiliares no están en las filas de los socios activos, ellos tienen un lugar fundamental por la acción esencial que desarrollan, son algo así como los fabricantes de municiones y los servicios de abastecimiento, sin los cuales las fuerzas combatientes no podrían hacer nada. No han de ser admitidos los auxiliares con sobrada facilidad. Tienen que familiarizarse ya de antemano con las obligaciones correspondientes y dar razonables garantías de que han de ser fieles en cumplirlas.

Motivación y contribución

Conviene revelar a los auxiliares algunas de las grandezas del trabajo de la Legión; primero, para intensificar su interés y perseverancia en el servicio que han emprendido y hacer que lo cumplan más dignamente, y segundo, para inducirlos poco a poco, después de algún tiempo, a hacerse miembros activos. Los auxiliares son una ayuda esencial en el fortalecimiento de la Iglesia.

Las grandes doctrinas del Cuerpo Místico de Cristo y de la Maternidad de María deberían ser explicadas a los auxiliares, como así también difundir entre ellos las obras de San Luis María de Montfort. Los auxiliares del grado primario deberían ser alentados a convertirse en adjutores y participar así de los privilegios de la Misa y Comunión diarias, uniéndose al rezo del Oficio.

Resulta impactante en estos días observar laicos rezando la Liturgia de las Horas antes o después de la Misa. El muy hermoso cuadro de la Legión que lleva la téssera debería ser explicado a los auxiliares, en función de su simbolismo para que ellos sepan que están representados en él en unión con los socios activos a lo largo del mundo en oración. Todo ello contribuiría a experimentar un sentido de «pertenencia».

Los socios auxiliares son baluartes de apoyo y sostén y nunca debemos olvidarnos de ellos sabiendo que son nuestras alas, las cuales no deben plegarse jamás por la falta de comunicación y atención.

Fidelidad e interés

El aspecto de la fidelidad de los socios auxiliares me quedó demostrado hace unos años durante el curso de una misión que por unos meses se hizo en África. En mi praesidium en Dublín se asignó visitar a los socios auxiliares y pedirles sus oraciones por la misión. Tiempo después de mi regreso a Irlanda, a dos de nosotros se nos asignó visitar auxiliares. Al llegar a un hogar, una señora me saludó con todo afecto y me preguntó cómo nos había ido. Absolutamente sorprendida ya que no la conocía, no había sido reclutada por mí, su pregunta me conmovió de modo tal que le relaté algunos aspectos del trabajo en la misión, algunos sucesos verdaderamente providenciales por la intervención de Dios. A la semana siguiente se repitió en otro lugar un saludo y una pregunta similar que me volvieron a sorprender gratamente y al mismo tiempo me humillaron. En esa ocasión la visitada dijo haber sido reclutada como auxiliar en la semana de mi partida a África y se le había pedido rezar por la misión, pedido que había cumplido y seguía cumpliendo por la semilla sembrada en la misión. ¡Qué poca fe tengo!, pensé; yo había esperado oraciones en una forma global y recién entonces tomé conciencia que la fuerza extraordinaria y la lluvia de gracias que acompañaron el trabajo misionero tenían su fundamento en las oraciones de estos socios auxiliares fieles, que eran desconocidos para mí. ¡Cuidemos nuestros auxiliares, y no los descuidemos por nada del mundo!

Otro aspecto que ha sido a veces pasado por alto es que muchas personas mayores, en sus hogares u hospitalizados, que tienen una mayor cantidad de tiempo libre en sus manos, descubren en sus vidas un nuevo desafío al ser invitadas a ser auxiliares, en particular aquellos que pueden cumplir con el grado adjutor. Una señora dijo una vez que estaba encantada al leer el Breviario y saber que con esa contribución aportaba a la misión de los legionarios activos ya la evangelización en general por todo el mundo. Se sentía inmensamente útil con un propósito firme y concreto que le ayudará a aligerar la carga de su tiempo libre. Procurar infundir en los enfermos el hábito de mirar el valor del sufrimiento, el ofrecimiento de los dolores y penas, soportadas con alegría y resistidas con fortaleza, proyecta una nueva dimensión a sus vidas.

Reclutamiento y posterior cuidado

Si realmente apreciamos y valoramos a nuestros queridos socios auxiliares, desearíamos que todo aquel que no figure como miembro activo, sea un Auxiliar. Esto nos permitirá «remontar el vuelo hasta las regiones encumbradas del ideal y del esfuerzo» permitiéndonos abordar y vencer muchos «imposibles». Debemos considerar este punto y tomar con fe y decisión los pasos serios para el reclutamiento, tanto de socios activos como de auxiliares. Nuestro aprecio del valor de estos socios, deberá hacemos también considerar, y desarrollar los muchos, caminos para el cuidado posterior de nuestros queridos socios auxiliares. En muchos países africanos existe la tradición de una Misa mensual seguida por las oraciones de la Legión. Esto resulta de gran ayuda y beneficio para aquellos que son iletrados porque ejercitan su memoria al repetir las oraciones contenidas en la téssera. En otras naciones se organizan peregrinaciones y se realizan reuniones sociales.

Podríamos a esto agregar la formación de Patricios entre ellos como un medio de contacto adicional y de instrucción religiosa. Con la ayuda de videos, películas y diapositivas se les podría mostrar las muchas y variadas necesidades y los proyectos y pasos a seguir para el fortalecimiento de la fe gracias a sus oraciones fieles y perseverantes.

Finalmente, esta breve cita del Manual sintetiza las gracias y los beneficios que ganarán los socios auxiliares por su servicio a la Legión: «Por generoso que se muestre el socio auxiliar por su servicio a la Legión, ésta la devuelve el ciento, el mil, el millón por uno. ¿Cómo? Enseñándole no menos que al socio activo las grandezas de María, alistándole en el servicio de tan excelsa Reina, haciéndole profesar a Ella verdadero amor: ventajas tan inmensas que decir «el millón por uno» es quedamos corto para ponderar la ganancia. La Legión eleva la vida espiritual de sus socios a un plano superior, y de este modo les asegura un aumento de los bienes eternos».

Extraído de la Revista “María Legionis”

Año 5 - N° 18 - Año 1996 - Págs. 7-8

21:40 | Autor Iglesia Hogar
Las palabras de la última despedida, aun pronunciadas con la debilidad natural, adquieren siempre cierta solemnidad. ¿Qué diremos entonces de este precepto con que se despidió nuestro Señor de sus apóstoles: Id por todo el mundo; y predicad el Evangelio a todas las criaturas (Mc 16, 15)? Terminaba su vida de Legislador en la tierra, y estaba a punto de subir a los cielos. Ocasión más imponente que la del Sinaí. Bien puede decirse que este mandato es su última voluntad, su testamento. Y estas palabras las pronunció Jesucristo estando ya revestido de la gloria de la Santísima Trinidad.
Estas palabras destacan la nota más alta de la fe cristiana. Es una fe que debe esforzarse con inextinguible ardor por llegar a todos los hombres. Pero, desgraciadamente, a muchos les falta esa nota esencial. No se va en busca de los otros, ni dentro del redil ni fuera de él. Se ignora el mandamiento de nuestro Señor en el momento de su Ascensión. ¡Y a qué precio!: al precio de la pérdida de la gracia, de la disminución, el decaimiento y aun la extinción de la fe. Basta dar una ojeada en derredor nuestro, para ver los muchos lugares que han pagado ya ese terrible precio.
Cuando Cristo dijo "a todas las criaturas", quiso decir a TODAS. Tenía delante de Sí, a cada hombre particular; por él, para redimirlo, vivió y murió.

"Llevó corona y cetro,
rey de dolor y mofa;
pedía el populacho
su muerte ignominiosa;
cargó su propia cruz;
apurando la copa
de penas mil, angustias,
desmayos, sed agónica,
al fin, abandonado,
dio su vida en el Gólgota."

¡Que no se pierda una labor tan grande! ¡Que esa Sangre preciosa llegue a tocar a todos y a cada uno por los que se derramó tan pródigamente! Ésta es la misión cristiana, que nos impulsa poderosamente a acercarnos a todos los hombres, en todas partes: a los más pequeños, a los más notables, a los cercanos, a los alejados, a la gente sencilla, a los hombres más malvados, a la choza remota, a todos los afligidos, a los de entraña diabólica, al faro más solitario, a la "Magdalena", al leproso, a los olvidados, a las victimas del vicio y de la bebida, a los delincuentes, a los que viven en cuevas o en caravanas, a los empeñados en contiendas militares, a los que se esconden, a sitios no frecuentados, a los despojos de la humanidad, al tugurio más oculto, al desierto quemado por el sol, a la selva más espesa, a la tenebrosa marisma, a la isla desconocida, a la tribu ignorada, hasta lo más recóndito, para ver si alguien existe allí, hasta los confines del mundo se apoya por el arco iris... ¡Nadie se escape a nuestra búsqueda, para que no veamos severo al bondadoso Jesús!
Este precepto final tiene que obsesionar -por decirlo así- a la Legión de María. La Legión tiene que tener como principio básico el establecer contacto, sea el que fuere, con todas las personas de su alrededor. Si esto se hace -y es factible-, y si se consigue que la Legión penetre por doquier -y no tardará-, entonces el mandato del Señor irá llegando a su pleno cumplimiento.
Fijémonos bien: nuestro Señor no manda que convirtamos a todos los hombres, pero si que nos acerquemos a cada uno. Lo primero no está a nuestro alcance; pero lo segundo -el acercarnos a todos- no es imposible. Y si alguna vez llegásemos a establecer ese contacto personal con cada uno de los hombres, ¿qué sucedería? Ciertamente habría consecuencias: porque nuestro Señor no manda que demos pasos inútiles. Cuando se haya hecho ese acercamiento a todos los hombres, por lo menos se habrá cumplido el divino precepto, y eso es lo que importa. Lo que suceda después, ¿quién lo sabe? A lo mejor se avivarían los fuegos de Pentecostés.
Muchas personas celosas creen que, si ellas trabajan individualmente hasta donde alcanzan sus fuerzas, habrán hecho todo lo que Dios espera de ellas. Desgraciadamente, esos esfuerzos individuales no las llevarán muy lejos, ni quedará satisfecho el Señor con ese trabajo individualista, ni tampoco suplirá Él lo que ellas no podrán emprender por trabajar así, aisladas. No: hay que emprender la obra del apostolado como cualquier otra obra que exceda la capacidad del individuo; es decir, hay que movilizar y organizar hasta que los comprometidos sean suficientes.
Este principio de movilización, este esfuerzo por alistar a otras personas para que unan sus esfuerzos a los nuestros, es elemento vital de nuestro deber común. Y este deber incumbe, no solamente a las altas jerarquías de la Iglesia, no sólo a los sacerdotes, sino a todo legionario y a todo católico. El día en que saltase de cada creyente una sola chispa de verdadero fuego apostólico será testigo de una conflagración universal.

"Os daréis cuenta de que vuestra capacidad para obrar estará siempre a la par de vuestros anhelos y de vuestro progreso en la fe. Porque no sucede en los beneficios celestiales lo mismo que en los de la tierra: cuando se trata de recibir el don de Dios, no estáis restringidos a ninguna medida ni límite; el manantial de la divina gracia fluye sin cesar, no tiene linderos fijos, ni cauces estrechos para retener las aguas de la Vida. Estimulemos una sed ardiente de esas aguas, y abramos nuestros corazones para recibirlas, porque tanto fluirán en nosotros cuanto nos permita recibir nuestra fe" (San Cipriano de Cartago).

FUENTE: MANUAL LEGIONARIO


21:02 | Autor Iglesia Hogar



Pío XI
16 de septiembre de 1933


"Bendecimos muy particularmente esta hermosa y santa obra:
La Legión de María. Su nombre ya dice bastante. La imagen de María Inmaculada en su estandarte representa cosas santas y sublimes.

La Virgen santísima es Madre del Redentor y Madre de todos nosotros. Coopera a nuestra redención, porque fue hecha madre nuestra al pie de la Cruz. En este año celebramos el centenario de esta Cooperación y de esta Maternidad universal de María.
Ruego por vosotros, a fin de que ejerzáis con mas ahínco todavía ese apostolado de oración y acción que habéis emprendido. Haciéndolo así, Dios os hará también colaboradores suyos en la redención. Ningún medio mejor que éste para demostrar vuestra gratitud al Redentor".


Pío XII
Ciudad del Vaticano
22 de julio de 1953


Estimado Sr. Duff:
Por el mandato augusto del Santo Padre tengo el honor de comunicar un mensaje de saludo y estímulo a la Legión de María, fundada hace unos treinta años sobre el fértil suelo de la católica Irlanda.
Su Santidad ha seguido con paternal interés año tras año el progreso de la Legión, conforme iba ésta engrosando las filas de aquellos valientes fieles devotos de María que están peleando contra las fuerzas del mal en el mundo de hoy; y se regocija con Vd. de ver enarbolado el estandarte de la Legión en las cuatro partes del mundo.
Es muy propio, por consiguiente, que los legionarios de María reciban en estos momentos una palabra de agradecimiento y aprecio por el bien que han realizado, así como también la exhortación para que perseveren con celo creciente en la generosa colaboración que han prestado a la Iglesia en su divina misión de traer a todos los hombres a Cristo, nuestra Cabeza, el cual es el Camino, la Verdad y la Vida.
La eficacia de su contribución a este apostolado será medida en gran parte por su sólida formación espiritual, la cual, bajo la guía prudente de sus directores espirituales, desarrollará en ellos de un modo manifiesto un espíritu verdaderamente apostólico, y hará que todas sus actividades estén caracterizadas por una obediencia pronta a las órdenes de la Santa Sede, y por una sumisión leal a los ordinarios del lugar, cuya dirección buscarán y ejecutarán fielmente. Imbuidos de este carácter sobrenatural del apóstol seglar auténtico, irán adelante con santo atrevimiento, y seguirán siendo poderosos auxiliares de la Iglesia en su combate contra el poder de las tinieblas.
Invocando la intercesión de María sobre sus legionarios en todo el mundo, Su Santidad desea que yo transmita, como prueba de su particular benevolencia, a Vd. personalmente, a los directores espirituales y a todos los socios de la Legión, activos y auxiliares, la Bendición Apostólica.
Con sentimientos de alto aprecio y religioso servicio, quedo de Vd.


Su affmo. en Cristo,

Sr. Francis Duff
Concilium Legionis Mariae
De Montfort House,
North Brunswick Street,
Dublín, Irlanda.


(Firmado): J. B. Montini
Pro-Secretario




Juan XXIII



A los oficiales y socios de la Legión de María en todo el mundo, en señal de Nuestro afecto paternal y en prenda de frutos espirituales cada vez más abundantes para su laudable obra, impartimos de nuestro corazón una Bendición apostólica particular.


Ciudad del Vaticano
19 de marzo de 1960



"La Legión de María presenta el verdadero rostro de la Iglesia Católica."


A los legionarios de Francia
13 de julio de 1960







Pablo VI
Ciudad del Vaticano
6 de enero de 1965


Mi querido Sr. Duff
La carta que dirigió Vd. últimamente al Soberano Pontífice, inspirada en devotos y filiales sentimientos, produjo a Su Santidad contento y gratitud. Su Santidad desea aprovechar esta ocasión para enviar su Mensaje de elogio y aliento a la Legión de María que, nacida primeramente en el religioso ambiente de la católica Irlanda, ha extendido después su benéfica acción a todos los continentes.
El Santo Padre considera este Mensaje ampliamente merecido por este movimiento, en razón de sus fines religiosos y de las muchas actividades que tan acertadamente ha emprendido y desarrollado con gran provecho católico, demostrando así ser instrumento de asombrosa eficacia para la edificación y extensión del Reino de Dios.
Su Santidad guarda un vivo recuerdo de las conversaciones tenidas con Vd. cuando Él estaba al servicio de esta Secretaría de Estado. Fue precisamente de estas conversaciones de donde Él pudo obtener la idea completa del espíritu que anima al movimiento de la Legión de María y constituye el secreto de su vitalidad. Realmente, el espíritu de la Legión, al mismo tiempo que se nutre fructuosamente de la vigorosa vida interior de sus miembros, de su disciplina, de su dedicación a la salvación de los hombres, de su firme lealtad a la Iglesia, se distingue y caracteriza, sobre todo, por una confianza inquebrantable en la acción de la santísima Virgen. Reconociendo en Ella el modelo, la guía, la alegría y el sustento de todos sus miembros, la Legión de María, con sus elocuentes actividades, nos ayuda a comprender lo mucho que el apostolado debe inspirarse en Ella, que dio a Cristo al mundo y estuvo tan estrechamente asociada a Él en la obra de la redención.
Por eso Su Santidad se complace en contar con este espíritu de la Legión, que ha formado ya, en todas partes del mundo, gran número de ardientes apóstoles y heroicos testigos donde la fe es atacada y perseguida.
En la convicción de que los resultados ya obtenidos no disminuirán, sino, más bien, aumentarán constantemente las energías y los esfuerzos apostólicos de todos los legionarios, el Santo Padre expresa a Vd. y a todos sus colaboradores su profunda gratitud, y exhorta a todos a que continúen con el mismo amor por la Iglesia -siempre en la más íntima dependencia de los obispos- en las obras de apostolado, y en un espíritu de activa colaboración con todas las demás asociaciones católicas.
Confiando las diversas clases de sus miembros a la maternal protección de nuestra Señora, el Soberano Pontífice otorga afectuosamente a Vd., a cada uno de los legionarios, sus directores y sus actividades, su especial y paternal Bendición Apostólica.
Con el testimonio de mi consideración más distinguida, quedo suyo affmo. en Cristo.



(Firmado): A. G. Card. CICOGNANI


Sr. D. FRANCIS DUFF
Presidente de la Legión de María
Concilium Legionis Mariae
De Montfort House
North Brunswick Street - DUBLIN


20:56 | Autor Iglesia Hogar


Discurso de S.S. Juan Pablo II a un grupo de legionarios italianos el 30 de octubre de 1982.

1. Os saludo cordialmente, hermanos y hermanas de la Legión de María, que habéis venido a Roma, juntamente con vuestro presidente y consiliario nacional, para encontrarnos con el Sucesor de Pedro y recibir de él una palabra de estímulo y de bendición.

Mi bienvenida es para todos y cada uno de vosotros.

Me proporciona gran alegría veros en esta aula, tan numerosos, provenientes de diversas regiones de Italia, tanto más porque sois sólo una pequeña parte de ese movimiento apostólico, que en el arco de 60 años se ha extendido rápidamente por el mundo, y hoy, a distancia de dos años de la muerte del fundador Frank Duff, está presente en muchísimas diócesis de la Iglesia universal.

Mis predecesores, a partir de Pío XI, han dirigido a la Legión de María palabras de estima, y yo mismo, el 10 de mayo de 1979, al recibir por vez primera a una delegación vuestra, recordaba con viva complacencia las ocasiones que tuve anteriormente de estar en contacto con la Legión, en París, en Bélgica, en Polonia y, luego, como Obispo de Roma, durante mis visitas pastorales a las parroquias de la ciudad.

Así que hoy, al recibir en audiencia a la peregrinación italiana de vuestro movimiento, me resulta entrañable subrayar los aspectos que constituyen la sustancia de vuestra espiritualidad y vuestro modo de ser dentro de la Iglesia.

Vuestra vocación es ser levadura

2. Sois un movimiento de laicos que se proponen hacer de la fe la aspiración de la propia vida hasta conseguir la santificación personal. Se trata de un ideal elevado y arduo, sin duda. Pero hoy la Iglesia llama a este ideal, por medio del Concilio, a todos los cristianos del laicado católico, invitándolos a participar en el sacerdocio real de Cristo con el testimonio de una vida santa, con la abnegación y la caridad operante; a ser en el mundo, con el fulgor de la fe, de la esperanza y de la caridad, lo que es el alma en el cuerpo (Lumen Géntium, 10 y 38).

Vuestra propia vocación de laicos -es decir, la de ser levadura en el Pueblo de Dios, animación cristiana en el mundo contemporáneo, y llevar el sacerdote al pueblo- es eminentemente eclesial. El mismo Concilio Vaticano II exhorta a todos los laicos a recibir con solícita magnanimidad la invitación a unirse cada vez más íntimamente al Señor, y sintiendo como propio todo lo que es de Él, a participar en la misma misión salvífica. de la Iglesia, a ser sus instrumentos vivos, sobre todo allí donde, a causa de las particulares condiciones de la sociedad moderna -aumento constante de la población, reducción del número de sacerdotes, nacimiento de nuevos problemas, autonomía de muchos sectores de la vida humana-, la Iglesia más difícilmente podría estar presente y actuar (LG, 33).

El espacio del apostolado de los laicos se ha ampliado hoy extraordinariamente. Y sí, el compromiso de vuestra vocación típica se hace más imperioso, estimulante, vivo, actual. La vitalidad de los laicos cristianos es el signo de la vitalidad de la Iglesia. Y vuestro compromiso de legionarios se convierte en más urgente, teniendo en cuenta, por una parte, las necesidades de la sociedad italiana y de las naciones de antigua tradición cristiana, y, por otra parte, los ejemplos luminosos que os han precedido en vuestro mismo movimiento. Sólo por nombrar a alguien: Edel Quinn, con su actividad en África negra; Alfonso Lambe, en las zonas más marginadas de América Latina; y luego los millares de legionarios asesinados en Asia o que terminaron en campos de trabajo.

Con el espíritu y la solicitud de María

3. Vuestra espiritualidad es eminentemente mariana, no sólo porque la Legión se gloría de llevar como bandera desplegada el nombre de María, sino sobre todo porque basa su método de espiritualidad y de apostolado en el principio dinámico de la unión con María, en la verdad de la íntima participación de la Virgen Madre en el plan de la salvación.

En otras palabras, tratáis de prestar vuestro servicio a cada uno de los hombres, que es imagen de Cristo, con el espíritu y la solicitud de María.

Si nuestro Mediador es uno solo, el hombre Cristo Jesús, afirma el Concilio que "la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder" (LG, 60). Así la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora, Madre de la Iglesia (Ver LG, 62).

La empresa apostólica, para nacer y crecer, la mira a Ella, que engendró a Cristo, concebido por el espíritu Santo. Donde está la Madre, allí está también el Hijo. Cuando se aleja la Madre, se termina, antes o después, por tener lejano también al hijo. Por algo hoy, en diversos sectores de la sociedad secularizada, se registra una crisis difusa de fe en Dios, precedida por una caída de la devoción a la Virgen Madre.

Vuestra Legión forma parte de los movimientos que se sienten comprometidos muy personalmente en la dilatación o en el nacimiento de la fe a través de la difusión o de la reanudación de la devoción a María; por eso, sabrá afanarse siempre para que, con el amor a la Madre, sea más conocido y amado el Hijo, que es camino, verdad y vida de cada uno de los hombres.

En esta perspectiva de fe y de amor, os imparto de corazón la bendición apostólica.


11:40 | Autor Iglesia Hogar

Cuenta una antigua leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor a Cristo crucificado, impulsado por un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:

- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz

Y se quedo Fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

- Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.

- Cual, Señor? - pregunto con acento suplicante Haakon. - Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!, - respondió el viejo ermitaño.

- Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre.

Haakon contesto:

- Os, lo prometo, Señor! - Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz y a su vez el Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el compromiso al pie de la letra, a nadie dijo nada.

Pero un día, llego un comerciante rico a la ermita; después de haber orado, dejo allí olvidada su bolsa de dinero. Haakon lo vio y callo. Tampoco dijo nada cuando un campesino pobre, que vino dos horas después,

encontró la bolsa de oro del comerciante y, al verla sin dueño, se apropio de ella. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postro ante el poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el comerciante en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

- Dame la bolsa que me has robado!.

El joven sorprendido, replicó:

- No he robado ninguna bolsa!
- No mientas, devuélvemela enseguida!
- Le repito que no he cogido ninguna bolsa!

Fue la rotunda afirmación del muchacho. El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:

- Detente!
El rico miro hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, y gritó, defendió al joven, e increpó al rico por la falsa acusación. Este quedo anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo:

- Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.

- Señor, - dijo Haakon - Como iba a permitir esa injusticia?

Se cambiaron los oficios. Jesús ocupo la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedo ante la Cruz. El Señor, siguió hablando:

- Tú no sabías que al comerciante le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El campesino, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para el resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tu no sabias nada. Yo sí. Por eso escucho las plegarias y callo.

Y el Señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos: porque razón Dios no nos contesta? por que razón se queda callado Dios ante nuestras plegarias? Muchos de nosotros quisiéramos que El nos respondiera lo que deseamos oír pero Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio. Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, El sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor: Confiad en mi, que se bien lo que debo hacer!

(Desconozco el autor)