

Durante la homilía y en consonancia con el lema elegido para esta fiesta “San Cayetano, en familia por el pan y el trabajo de la vida"; el Obispo pidió por todas las necesidades de las familias. “Estamos en el bicentenario y queremos con la gracia de Dios una patria mejor; no nos conformamos con las mentiras de hoy, con esta Argentina donde hay tanta injusticia, desigualdad, inseguridad, tanto paganismo, sin descubrir que somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros. Por eso le pedimos a San Caye
“Pidamos para que haya más fuentes de trabajo, especialmente por las empresas que están sufriendo un momento difícil. Hoy tengamos muy presente a Sadowa donde hay tantos puestos de trabajo en juego y familias que están perdiendo la posibilidad de tener un sueldo digno”, enfatizó el Obispo.
Puiggari abogó por el respeto a la vida e insistió, “nos duele ver la ciudad llena de afiches de Franco para que no nos olvidemos, nos duelen las repercusiones en el país por la muerte de Isidro, cuando mueren niños y también cuando son golpeados ancianos porque no hay seguridad; y nos duele mucho más cuando se está pensando y hay campañas en nuestra ciudad para legalizar el asesinato de inocentes. Pidamos a San Cayetano que nos libre de esos tremendos males”. Por último, el pastor de la Iglesia Católica señaló que la crisis de la familia “es muy profunda” y que entre las muchas causas hay una fundamental, “casi sin darnos cuenta hemos excluido a Dios de las familias. Por eso abramos la puerta de nuestras familias a Jesucristo, convirtamos nuestros hogares en santuarios domésticos”.
Al finalizar la celebración, como todos los años el Obispo y los sacerdotes concelebrantes, bendijeron las manos de los fieles y también las espigas y artículos religiosos. Monseñor Puiggari expresó su alegría por la ampliación del Santuario y por último invitó a todos los presentes a la gran “Fiesta de la Familia” que será el 4 de septiembre en el Polideportivo.
Oficina de Prensa | Obispado de Mar del Plata
Pasaje Catedral 1750 PB
Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.
A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV)
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.
Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.
En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".
San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado".
En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto".
Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses.
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.
La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo".
Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.
Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.
San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas: la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir.