20:26 | Autor Iglesia Hogar

El acies

Esta voz latina -que significa un ejército en orden de batalla- designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las fuerzas del mal.

El acies es una declaración solemne de dicha unión y dependencia, la renovación -individual y colectiva- de la declaración legionaria de lealtad.

En el día señalado para la ceremonia se reunirán los legionarios, si es posible, en alguna iglesia, donde se habrá colocado en sitio conveniente una imagen de María Inmaculada, adornada de flores y luces, y delante de ella un modelo grande del vexillum de la Legión.
Empieza la función con un himno, y sigue después el rezo de las oraciones iniciales de la Legión, incluyendo el rosario. A continuación, un sacerdote explicará el significado del acto de consagración que se va a hacer; después de la plática, se inicia la procesión hacia la imagen de la Virgen. Van primero los directores espirituales, de uno en uno. Luego los legionarios, también de uno en uno, o de dos en dos si son muchos. Al llegar al vexillum, cada uno -o cada par- se detiene, coloca su mano en el asta del mismo y pronuncia en voz alta, como acto de consagración individual, estas palabras: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Dicho esto, el legionario deja el vexillum, hace una pequeña inclinación de cabeza y se retira. Si por el crecido número de legionarios resultase el desfile largo y monótono, se podrá amenizar el acto con alguna música adecuada.
La característica particular del acies deberá ser su orden y dignidad.
Vueltos a sus puestos todos los legionarios, un sacerdote lee en voz alta el acto de consagración a nuestra Señora en nombre de todos los presentes. Después, todos en pie, rezan las oraciones de la catena. Luego sigue la Bendición con el Santísimo, y se termina con las oraciones finales de la Legión y el canto de un himno.
Si es posible, inclúyase en el programa la celebración de la Eucaristía, en vez de la Bendición con el Santísimo. Los otros detalles de la ceremonia permanecerían igual. La Eucaristía asumiría en si todas las consagraciones y ofrendas ya hechas, y serviría para presentarlas al Padre Eterno mediante el "único Mediador" y en el Espíritu Santo, y en las manos maternales de "la generosa compañera y humilde esclava del Señor" (LG, 61).
La citada fórmula de consagración: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es, no debe pronunciarse mecánicamente, sin meditarla. Cada socio debe condensar en ella el más alto grado de comprensión y gratitud profunda. Se ha sugerido que se use la lectura de la Síntesis mariana que aparece en el Manual como apéndice 11. como el acto colectivo de consagración en la ceremonia misma.



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